jueves, 17 de julio de 2025

Suave es la noche

Huele a velas.

Escucho lluvia.

La luz blanquecina de la luna se percibe apenas por la ventana entreabierta de la habitación.

Truenos.

Sonidos de sirenas.

Nubes que se acomodan para seguir cayendo.

No hace calor. No hace frío. No hace nada.

En la nada todo cabe, todo pasa, todo es posible.

Ya no huele a velas.

Escucho más lluvia.

Entran el viento y la luna.

Las gatas reposan: una cerca de mí, la otra cerca de la primera.

Suave es la noche.

Macu. Kitschmacu

miércoles, 16 de julio de 2025

Una campaña de galletas que no era para mí… pero me abrazó igual

Publicidad que me rompió el corazón (y no era para mí)

La campaña de galletas que abrazó a familias enteras

Tiempo de lectura: 3 minutos

Hoy toca turno a un spot viejito pero bonito: This is Wholesome, lanzado por Honey Maid en marzo de 2014. Un comercial que, aunque nació en medio de controversia, dejó un mensaje poderoso que sigue vigente.

La base narrativa: amor, familia, empatía, encuentros… y lo familiar dentro de lo diverso.

Yo no tengo hijos. Pero no hace falta ser padre o madre para sentir el corazón emocionarse al ver a personas que confían en su historia, en su vínculo, en su amor, para construir un hogar —uno propio, distinto, real.

💛 Amar, cuidar, acompañar, fortalecer y permitir que el otro sea quien es. Eso es amor.

Eso es lo que muestra este comercial.

Aunque en su momento recibió comentarios reaccionarios, Honey Maid respondió con un gesto hermoso (no te lo cuento… ve el video aquí arribita). Un ejemplo de branding emocional bien ejecutado: sin gritar, sin victimizar, solo con verdad y ternura.

Publicidad que abraza. Aunque no comas galletas.

El amor, siempre, es la respuesta.

Macu.Kitschmacu



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Gran sugerencia de lectura: When you get home

martes, 15 de julio de 2025

Escribí una carta como antes, con sobre, estampilla… y cariño

           

Con sobre, estampa y cariño

⏱️ Tiempo de lectura: 3 minutos

Siempre me gustaron las cartas.

Tienen algo de secreto y algo de emoción.

Como si una pudiera meter un pedazo de sí misma en un sobre y entregárselo al viento, con la esperanza de que se reciba.

Las cartas son trozos de tiempo detenido.

Un "te pienso" que se queda flotando en el papel.

Un abrazo que viaja en la penumbra de un buzón.

Un "estoy contigo", aunque no se diga así.

Hace unas semanas, mi mamá y yo estábamos hurgando en las fotos viejas —esas que viven en una maleta sin nombre, allá en su casa.

Entre retratos torcidos y papelitos con dedicatorias casi borradas, apareció una carta.

La había escrito la más chiquita de mis primas. Una niña entonces, ahora mujer. Treinta y tantos, ya.

Era una tarea de la escuela. Una carta con letra tambaleante, con dibujos, con palabras que se adivinaban más que se leían. Pero ahí estaba: el intento. La intención de contarle algo a alguien. De hacerle llegar su voz con papel y tinta.

De niña, yo también encontré cartas. Unas de amor, escondidas entre los libros de una tía. Cartas de un novio que no le conocí. Leí una. Tal vez dos. Pero me sentí de más. Ajena. No eran para mí.

Entonces supe que las cartas tienen dueño. Un destinatario. Y un remitente que se juega el corazón en cada línea.

Antes era así. Si era algo importante, se escribía a mano. Se compraban estampillas. Se buscaba la dirección con letra bonita. El remitente se coloca arriba. El destinatario abajo, a la derecha. Jamás al revés, si uno no quería que el mensaje regresara.

Hace poco, en pleno siglo XXI, escribí una carta. A mis sobrinos. Desde el Palacio Postal de la Ciudad de México. Porque sí. Porque me pareció bonito. Porque me pareció justo.

Les conté lo que vi esa mañana: Bellas Artes, el Museo Nacional, el mismo Palacio Postal. Tres palacios. Uno en cada esquina. Pensé en Las mil y una noches, pero sin alfombra voladora.

Les hablé del arte, de la gente, de la comida. Del calor. De todo lo que se me ocurrió mientras caminaba y los pensaba.

Doblé las hojas como me enseñó mi mamá. Con cariño. Pegué las estampillas. Y la eché al buzón.

No ha llegado.

Pero fue una carta bonita.

Y escribirla fue suficiente.

💌 “Una carta no siempre necesita destino para cumplir su propósito.”

Macu. Kitschmacu

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Puedes seguir explorando más notas, te recomiendo: Pintar como quien acaricia.

lunes, 14 de julio de 2025

Multidisponibles, multicomprometidos… y agotados: una mirada al burnout moderno

La moda de estar ocupados: productividad tóxica, burnout e identidad

🕐 Tiempo estimado de lectura:
👉 2 minutos

Yo no sé en qué momento se puso de moda estar ocupados.

Quizá fue por esas películas de los ochenta, esas donde los hombres de traje no se quitaban el saco ni para llorar.

O de los libros que decían que había que levantarse a las cinco, tomar decisiones firmes, no titubear, no comer, no descansar.

Éxito era no sentarse. Éxito era estar enojado con el tiempo. Éxito era correr sin saber adónde. O correr a donde corrían los demás.

Y entonces…

Productividad se volvió otra forma de decir: vales.

Aunque nadie preguntara cuánto te costaba valer.

Aunque el costo se llamara agotamiento.

Aunque el cuerpo dijera que no, pero tú respondieras que sí.

Aunque los sueños personales se quedaran guardados como ropa de invierno.

La vida se volvió eso: doce días al año para uno mismo.

Y si tienes suerte… uno o dos días más, con el paso de los años. Que se suma a la prestación de ley de tener chanza de vivir la vida.

Hay que ser productivos. Estar disponibles. Multidisponibles. Sonreír. Multisonrientes.

Mostrar compromiso. Multicomprometidos. Hacer. Multihacer. Parecer. Multiparecer. Ser capaz. Multicapacidad. Multitasking.

Y mientras tanto, ¿quién eres cuando no estás “siendo”?

¿Qué haces cuando no estás “haciendo”?

¿Quién eres para ti?

¿Qué haces para ti?

Se agendan las sesiones.

Se agendan los encuentros.

Se escriben los acuerdos.

Se agenda la comida.

Se cambia la comida.

Se omite la comida.

¿Y la vida dentro tuyo?
¿Aparece en la agenda?
Burnin Burnout Burndreams

Si este texto te resonó, compártelo. Hay muchas personas igual de multitodo buscando un respiro.

Macu.Kitschmacu

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💻 Como ya estás por aquí te recomiendo visitar también: La suavidad de los viernes y otras formas de habitar la calma. 

domingo, 13 de julio de 2025

🖥️ Primer post desde Lenovo: la historia de una computadora que resurgió del rincón

⏱️ Tiempo de lectura: 4 min


💻 Durante la pandemia, Toshiba falló. Lenovo fue exiliada al clóset. Tres años después, esta es la historia de cómo volvió a la vida, guiada por la paciencia… y ChatGPT.


Querido público, querida audiencia:

Verán ustedes…

Corría el tiempo de la pandemia —ese paréntesis extraño del mundo, esa pausa forzada que convirtió las casas en trincheras y los escritorios en salvavidas—, cuando mi Toshiba, bebé de luz, empezó a mostrar signos de vejez tecnológica. Aleteaba apenas, se encendía como quien prende una vela en la niebla, y a veces simplemente no respondía, como si se negara a seguir cargando el peso de la conectividad.

Compré entonces una Lenovo —una compra extraña, porque todas mis computadoras personales hasta entonces habían sido Toshiba.

Lenovo, esta misma desde la cual les escribo hoy, casi como en confesión. La instalé con la esperanza de que fuera una digna heredera, una compañera robusta para días de encierro de esa ya lejana época, pero resultó torpe, lenta, como si cada aplicación le doliera. Nunca terminó de entenderse con el trabajo remoto ni con las videollamadas, ni con el RAM ni con nada. Nunca logró el ritmo que una necesita cuando el afuera se ha borrado.

Así fue como fue a dar al fondo de una mochila, y de ahí al rincón más callado del clóset, en ese estudio que también es refugio, trinchera, y a veces, santuario. Ahí quedó, como duermen las cosas que no se resignan a ser olvidadas del todo.

Pasaron los años —¿tres tal vez?—, y Toshiba, heroína leal, volvió a flaquear. Esta vez de verdad, con esos achaques definitivos que dan los años a las máquinas que nos han acompañado tanto. Apenas logré subir una nota la semana pasada. Apenas.

Este domingo, con el sol filtrándose tímido por la persiana después de una tarde lluviosa y un poco de resignación escondida entre los dedos, decidí abrir ese rincón. Saqué a Lenovo del remanso, sacudí el polvo como quien sacude una promesa vieja. Seguía igual: lenta, testaruda. Como si aún estuviera ofendida por los años en la sombra.

Pero me armé de paciencia —de esa que se parece mucho al amor—, y confiando en mis habilidades de técnica informática autodidacta surgidas el día de hoy, me dejé escoltar por ChatGPT, que me hablaba como una voz amiga desde la pantalla de mi celular, con instrucciones de oráculo doméstico.

Le mostraba fotos, me guiaba paso a paso, y así estuvimos, cinco horas exactas, entre reinicios, actualizaciones, y comandos que no sabía que existían.

Y aunque dije antes que “no sé cómo”, la verdad es que sí sé cómo lo hice: seguí al pie de la letra cada instrucción, con certeza, dedos y mente firme y la determinación de un toro que sale a embestir lo que sea necesario. Porque cuando una decide, decide con todo.

Y bueno, fin de la historia.

Primer post desde Lenovo.


A veces lo que creíamos descartado solo estaba esperando volver con más fuerza. 💾


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Macu.Kitschmacu

BTW acá otra bonita historia de la vida real: Entre toda esa gente estabas tú

martes, 8 de julio de 2025

Era improbable, pero no imposible

⏱️ Tiempo de lectura: 3-4 minutos

Pensé en ti justo cuando el Uber subió por la rampa de la Terminal 2 del aeropuerto. La ciudad se sentía lejos ya.

—Puerta 3 está perfecta —le dije al chofer. No quería hablar mucho, pero tampoco callarme del todo.

El descenso fue rápido. No llevaba más que lo necesario. Viajar ligera también es una forma de ir por el mundo.

Me acordé de una cafetería nueva, una que he visto cada vez que viajo últimamente. Tomé los mismos pasos de siempre, o casi. Los aeropuertos tienen esa costumbre de parecerse a uno mismo. Ahí estaba la gente: todos los que van, los que llegan, los que esperan. Rostros desconocidos, pero no del todo. Siempre distintos, siempre raramente conocidos. Siempre en fuga.

Era poco más de mediodía. Pensé en comer en un lugar distinto. Antes, me quise asomar al pasillo de la derecha, al del fondo. Ese que parece no llevar a ningún lado, pero que siempre me da algo. Luz, sombra, ángulos. Nunca sé si fue hecho para eso, pero a mí me da ganas de mirar. De detenerme. De hacerle una foto al tiempo.

Esta vez no hubo foto. Allá al fondo, el pasillo tenía vida propia, trabajadores en lo suyo, voces bajas, personas uniformadas. Di media vuelta y volví sobre mis pasos. Pasillo desierto, por fin. La fila para revisión no se veía larga. Pensé en la comida.

Y entonces.

Estabas tú.

Frente a mí.

Yo, frente a ti.

Eran las dos de la tarde.

Eras tú.

Caminabas como si nada, como si siempre. Conversabas con alguien. Llevabas tu maleta y tus cosas cerca. Eso que uno no suelta cuando quiere sentirse a salvo.

Te vi.

Y me disolví un poco.

No sé si me viste.

Pero el pasillo estaba vacío.

¿A quién más ibas a ver?

Te vi como se ve a alguien que ya se conoce: sin sorpresa, pero con temblor. Con esa especie de ternura que da recordar lo que no se toca.

Lo que fue.

Lo que ya no es.

Eras tú.

Como siempre, como nunca.

Las alineaciones no sólo le pasan a los planetas. También a dos personas que ya no se buscan. Pero que se encuentran.

¿Será que el sol, cuando se eclipsa, sabe que alguien lo está mirando?

¿Será que por eso quema más?

Hay presencias que pesan más que cualquier maleta.

Y encuentros tan breves

que desordenan la órbita entera.

Macu.Kitscchmacu

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miércoles, 2 de julio de 2025

Kitschmacu Hamebus Poscast: La chispa que lo inicia todo.

 



Para el día de hoy en Kitschmacu, el episodio 4 de Kitschmacu Hamebus Poscast: La chispa que lo inicia todo.

Hablaremos sobre el Big Bang personal, el miedo y tu potencial.

🎧 Disponible en Spotify: Escúchalo aquí

🎧 Disponible en Acast: Escúchalo aquí

Gracias, espero lo disfruten 💜

Quedo atenta a sus bonitos comentarios

Macu.Kitschmacu


Si quieres escuchar otros capítulos de Kitschmacu Habemus Podcast, da clic aquí

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martes, 1 de julio de 2025

✈️ Martes entre nubes

 



Tiempo de lectura: 2 minutos

Despegamos a tiempo, tal cual lo marcaba el itinerario de vuelo. Puse una meditación guiada —de verdad amo esa meditación—:

“Vamos a comenzar.
Inhala profundamente por tu nariz… Inhala.
Exhaaaaala por tu boca…”

Y pum, en menos de 15 segundos ya estaba desconectada de todo a mi alrededor y conectadísima con un sueño bonito y profundo. Me dormí agusto.

Cuando abrí los ojos, estábamos a media hora de aterrizar. Fue como si alguien hubiera recortado el viaje con tijeras invisibles. Gran audio en verdad, gran audio. Creo que la voz es de una muchacha que se llama Erika Martínez (Erika, eres maravillosa).

Claramente el propósito de la meditación es otro… aunque si le agregamos que se acompaña de un sueño bonito, ufff.

Dormir en un vuelo se siente como un lujo de alto nivel. Verán ustedes: no porque el asiento sea cómodo (que por cierto, no lo era… bien raro, ajajajaj), sino porque hay algo glorioso en saltarte el tiempo de espera, en pestañear y estar en otro lugar. Así, como por arte de magia.

(Sí, me salté el carrito de bebidas. ¿Me dolió? Tal vez. ¿Lo superé cuando tuve frente a mí unos hermosos taquitos al pastor? Absolutamente).

Martes entre nubes y en otro lugar. Buen twist para esta semana.

Un abrazo, 

🌀 Macu.Kitschmacu

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