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domingo, 13 de julio de 2025

🖥️ Primer post desde Lenovo: la historia de una computadora que resurgió del rincón

⏱️ Tiempo de lectura: 4 min


💻 Durante la pandemia, Toshiba falló. Lenovo fue exiliada al clóset. Tres años después, esta es la historia de cómo volvió a la vida, guiada por la paciencia… y ChatGPT.


Querido público, querida audiencia:

Verán ustedes…

Corría el tiempo de la pandemia —ese paréntesis extraño del mundo, esa pausa forzada que convirtió las casas en trincheras y los escritorios en salvavidas—, cuando mi Toshiba, bebé de luz, empezó a mostrar signos de vejez tecnológica. Aleteaba apenas, se encendía como quien prende una vela en la niebla, y a veces simplemente no respondía, como si se negara a seguir cargando el peso de la conectividad.

Compré entonces una Lenovo —una compra extraña, porque todas mis computadoras personales hasta entonces habían sido Toshiba.

Lenovo, esta misma desde la cual les escribo hoy, casi como en confesión. La instalé con la esperanza de que fuera una digna heredera, una compañera robusta para días de encierro de esa ya lejana época, pero resultó torpe, lenta, como si cada aplicación le doliera. Nunca terminó de entenderse con el trabajo remoto ni con las videollamadas, ni con el RAM ni con nada. Nunca logró el ritmo que una necesita cuando el afuera se ha borrado.

Así fue como fue a dar al fondo de una mochila, y de ahí al rincón más callado del clóset, en ese estudio que también es refugio, trinchera, y a veces, santuario. Ahí quedó, como duermen las cosas que no se resignan a ser olvidadas del todo.

Pasaron los años —¿tres tal vez?—, y Toshiba, heroína leal, volvió a flaquear. Esta vez de verdad, con esos achaques definitivos que dan los años a las máquinas que nos han acompañado tanto. Apenas logré subir una nota la semana pasada. Apenas.

Este domingo, con el sol filtrándose tímido por la persiana después de una tarde lluviosa y un poco de resignación escondida entre los dedos, decidí abrir ese rincón. Saqué a Lenovo del remanso, sacudí el polvo como quien sacude una promesa vieja. Seguía igual: lenta, testaruda. Como si aún estuviera ofendida por los años en la sombra.

Pero me armé de paciencia —de esa que se parece mucho al amor—, y confiando en mis habilidades de técnica informática autodidacta surgidas el día de hoy, me dejé escoltar por ChatGPT, que me hablaba como una voz amiga desde la pantalla de mi celular, con instrucciones de oráculo doméstico.

Le mostraba fotos, me guiaba paso a paso, y así estuvimos, cinco horas exactas, entre reinicios, actualizaciones, y comandos que no sabía que existían.

Y aunque dije antes que “no sé cómo”, la verdad es que sí sé cómo lo hice: seguí al pie de la letra cada instrucción, con certeza, dedos y mente firme y la determinación de un toro que sale a embestir lo que sea necesario. Porque cuando una decide, decide con todo.

Y bueno, fin de la historia.

Primer post desde Lenovo.


A veces lo que creíamos descartado solo estaba esperando volver con más fuerza. 💾


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Macu.Kitschmacu

BTW acá otra bonita historia de la vida real: Entre toda esa gente estabas tú

domingo, 4 de mayo de 2025

Máquina del tiempo

Escribo desde mi máquina del tiempo | Kitschmacu


Tiempo estimado de lectura: 3 minutos

Caruso en voz de Pavarotti, compañía perfecta para esta tarde de escritura.

Retomar las publicaciones ha sido una buena idea. En estos días estuve aprendiendo sobre configuraciones, HTML, códigos, eventos, vinculaciones… cosas técnicas bastante interesantes.

Además de aprendizajes, también han sido días de bonitos reencuentros tecnológicos. Verán, aquí es donde empieza la historia.

Me gustan los objetos vintage. Creo que funcionan un poco como bien lo dijo Herbert Spencer: sobrevive el más apto… aunque creo que también sobreviven los más queridos. Un objeto vintage, además de ser un claro y tangible referente del paso del tiempo, es también —en tiempo presente— una muestra del cuidado, la protección, el valor y el espacio especial que alguien le brindó.

Desde la compañía de una Toshiba Satellite, escribo este post. Fabricada en 2013, con Windows instalado en 2019 y vestida de un hermoso color rojo, ha sido digna partícipe y testigo del tiempo.

Con ella terminé mi primera maestría. Diseñé todas las series de stickers de Kitschmacu que tuve (fácil unas siete colecciones). Con ella viajé a Japón para estudiar allá un tiempo. ¡Cerezo, Osaka! Encontré fotos de mis sobrinos del día que nacieron y de cuando eran unos bebecitos. Bebés que ahora hablan, corren, opinan y van a campeonatos de sus respectivos deportes.

El ícono de Audacity sigue ahí, en el Escritorio, intacto… esperando su momento para grabar desde este equipo la continuación del podcast. (Los episodios que están publicados los hice y edité en Mac).

Fiel aliada en estos recientes fines de semana de HTML. Es un gozo poder escribir desde esta máquina del tiempo.

Macu. Kitschmacu.

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