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martes, 18 de noviembre de 2025

Buen ambiente y gran sabor: así vivíamos McDonald’s en los 90

 

Restaurante McDonald's de los años 90 con globos, mesas de colores y cajita feliz

Buen ambiente y gran sabor: así vivíamos McDonald’s en los 90

Yo todavía me acuerdo del eslogan de McDonald’s, ese cantadito de:
“McDonald’s: buen ambiente y gran sabor.”
Para mí, esa frase es casi una cápsula del tiempo.

Al Dani —el ahijado de mis papás— le hicieron ahí su primera comunión. Hoy podría parecer poco glamuroso, en estos tiempos de globalización ya sin brillo, casi jubilada. Pero en los 90, en esta parte del mundo, cuando McDonald’s abrió su único y perfectamente ubicado restaurante… entrar ahí era viajar al primer mundo sin pasaporte.

La cajita feliz, los asientos acolchonados, las ventanas enormes, el olor dulzón a papas y aire acondicionado. Todo eso era sinónimo de familia pujante, abierta a lo nuevo, a lo extranjero. Una promesa luminosa de que sí estábamos avanzando.

La primera comunión del Dani

Por eso la primera comunión del Dani ahí fue, sin exagerar, un rito canónico. Recuerdo cuando nos acomodaron para la foto familiar: mis papás, mi hermano, el Dani, su mamá y yo. Un cuadro casi religioso… pero con globos rojos y amarillo mostaza de fondo.

Y claro, en ese mismo instante mi mamá me regañó por la ropa que llevaba puesta. Como si no hubiera salido conmigo de la casa hacia la iglesia. Tenía nueve años y el sentido estético limitado a lo que encontraba en el clóset: lo limpio y lo disponible.

Aun así, salí sonriente en la foto (creo). Porque en esa época, estar en McDonald’s ya era suficiente para creer que todo estaba bien.

¿Tú también recuerdas la primera vez que entraste a McDonald’s?
Cuéntamelo o compártelo con alguien que estuvo en tu foto de ese día.

✨ La nostalgia no te devuelve al pasado: te recuerda que sobreviviste para contarlo.

Macu.Kitschmacu

jueves, 21 de agosto de 2025

Cosas de señora: 5 hábitos cotidianos que me traicionan

 

👜 Cinco cosas que hago como señora aunque no me guste admitirlo

⏱ Tiempo de lectura: 2 minutos

Pensé que jamás me iba a pasar. “Eso es de tías”, decía con un aire de suficiencia. Pero heme aquí, estimado lector, descubriendo que la señora se me aparece en los momentos más insospechados.

La primera señal fue ese extraño orgullo que me da cuando guardo bolsas dentro de bolsas. Un sistema de archivo tan sofisticado como absurdo. El segundo síntoma: emocionarme hasta lo ridículo porque un tupper cierra perfecto. Ese “clic” suena más gratificante que cualquier notificación en el celular.

Y sí, también caí en la gran conversación meteorológica: “¿Qué calor, verdad?” lo digo como si fuera breaking news, aunque nadie me lo haya preguntado. De pronto me descubro charlando con las señoras de la tintorería cuando voy por la ropa planchada, como si ellas fueran mis corresponsales en la vida real.

La prueba definitiva: echo limón a todo. Absolutamente a todo. Porque “cura, limpia y mejora”. ¿Quién necesita fe religiosa cuando se tiene un cítrico omnipotente?

Al final, lo confieso con resignación y un poco de coquetería: la señora en mí ya no pide permiso. Se instala, acomoda, guarda en silencio… y atesora su colección de tuppers como si fueran piezas de Baccarat.

✨ Porque ser señora no es una etapa… ¡es un superpoder que viene con bolsas, tuppers y mucho limón!

😂 También te puede interesar (consejo de señora): Consejos furtivos para vivir con más ligereza...

— Macu.Kitschmacu

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