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lunes, 17 de noviembre de 2025

El despertador Sony que marcó mis mañanas



 

El reloj despertador Sony que te enseñó a crecer

⏱️ 1.5 min de lectura


Sí, en mi casa había uno. Un reloj despertador Sony que no sonaba: gritaba.

Ese pi-pi-pi-pi que no respetaba domingos, vacaciones ni tus ganas de seguir soñando que pasabas Álgebra en segundo de secundaria.

Ese cuadradito de plástico negro parecía inofensivo… hasta que tronaba como si fuera la alarma de un simulacro nacional.

Era un objeto honesto: si decía 6:00 am, era 6:00 am. Sin madrugarte. Sin suavizarte el golpe. Sin música celestial. Puro realismo mágico sonoro.

Mi mamá confiaba más en ese despertador Sony que en cualquier otra cosa para despertar temprano.

Ese relojito no solo nos despertaba: formaba carácter. Nos enseñaba que la vida no siempre trae melodías bonitas, pero sí trae responsabilidades con la misma puntualidad.

Y aun así, había algo tierno en él. Ahí, junto a la lámpara y el vaso de agua.

Cuando pasaba por el cuarto de mis papás, lo veía parpadear en rojo por las noches, como un guardián de plástico firme que cuidaba los sueños a su manera.

Hasta que un día, llegó el celular. Los tonos suaves, las playlists, el mindfulness, la vibración discreta.

Y el despertador Sony fiel, siguió ahí. No conoció el cajón. No conoció el abandono. Era el último vendedor analógico en un mundo de batallas digitales.

Pero al final, no fue la tecnología quien lo venció. Fue mi mamá, su eterna aliada. Un descuido mínimo, un cálculo mal hecho… y el Sony cayó más allá del borde de la mesa de noche.

El golpe fue rotundo. Las piezas salieron disparadas. Su luz roja —esa que vigiló tantas madrugadas— se apagó para siempre.

Mi mamá contó su partida a todo el que quiso escucharla. Y en un gesto casi ceremonial, lo reemplazó por uno nuevo: más compacto, más moderno, pero con los mismos dignos números rojos.

El Sony sigue ahí. Brusco, ruidoso, puntual. Como la vida misma cuando decide que ya es hora.

Macu.Kitschmacu

“Hay objetos que no solo te despertaban temprano: también te despertaban la vida.”

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domingo, 16 de noviembre de 2025

La licuadora Oster que tu mamá cuida más que a ti (nostalgia mexicana pura)

 

😘 La licuadora Oster que tu mamá cuida más que a ti

⏱️ 3 min de lectura

En cada hogar mexicano que se respeta hay una licuadora Oster de vaso de vidrio. No es tendencia, no es capricho, no es moda: es patrimonio nacional, es patrimonio emocional… y en una de esas hasta familiar.

Tu mamá la tiene desde antes de que tú nacieras. Antes de tu CURP ya había salsas y licuados hechos ahí. Y sí: cuida ese vaso de vidrio más que a ti.

Tú te podías caer de la litera, rasparte las rodillas, perder la cartulina del lunes… pero si quebrabas el vaso de la Oster, había misa de cuerpo presente.

Ese vaso es como un monumento familiar: sobrevive mudanzas, enojos, reconciliaciones, domingos de chilaquiles, dietas que duraron 48 horas y antojos de fresa con leche a las 10 pm.

Y un día, sin avisar, te llega el momento. Así, de la nada, como llegan las cosas buenas. Estás ahí, frente a la caja envuelta en papel brillante, tu mamá sonriendo con un orgullo extraño, casi solemne. Tú piensas que es un perfume, un topper fancy, una vela cara…

Pero no.

(De todas formas ya se te hacía muy grande la caja para que pudiera ser cualquiera de las opciones anteriores.)

Es una licuadora Oster de vaso de vidrio. Tu primera. Tu rito de paso. El bautizo oficial para entrar al club de “señora funcional” (no importa si eres hombre, mujer… todos y todas podemos ser señoras).

Porque en este país, recibir una Oster no es solo recibir un electrodoméstico: es recibir la responsabilidad, la tradición y la capacidad sobrenatural de hacer salsa sin salpicar el piso.

Y ahí lo entiendes: ese vaso de vidrio no es frágil. Lo frágil era uno, creciendo.

El vaso siempre estuvo ahí, firme, pesado, transparente… aguantándolo todo.

Y ahora es tu turno de cuidarlo.

Macu.Kitschmacu

Más historias que huelen a cocina mexicana y nostalgia suave: porque algunas cosas saben a hogar antes que a receta.

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