
Tiempo de lectura: 3 minutos
Fue un instante leve, tan leve como el tacto silente de una caricia que buscaba encontrarme.
Se acercó como si no hubiera testigos, como si el mundo no mirara. Y yo… yo quedé inmóvil, como se queda una cuando no sabe si temblar o sostenerse. Y entonces, sin avisar, mi cuerpo y el suyo compartieron el mismo espacio.
No dijo mucho. Apenas unas palabras que parecían elegidas con pinzas: estás guapísima.
Palabras que se posan suave, pero que dejan huella.
Después, mi cuerpo. El suyo.
Tres besos. Cada uno revelándose entre momentos, entre luces, palabras y pasillos, como si el cuerpo hablara lo que la boca necesitaba callar.
El misterio de la forma, el ritmo y el aire contenido entre uno y otro.
Mi brazo, bordado con su piel como al descuido.
Su hombro, encontrando el mío con una quietud que no era del todo accidental.
Una cercanía que olía más a encuentro que a saludo. Su aroma, íntimo y tibio, se instaló en mi piel como una promesa muda. Ese perfume —su perfume— me envolvió como una caricia sin manos. Y durante horas lo llevé conmigo, como si fuera suyo lo que quedaba en mí.
Me descubrí deseando que no se evaporara nunca.
Hay cuerpos que se acercan por error, y otros que se quedan por deseo, porque ya no quieren irse.
Miradas que se detienen más de lo debido y dicen más que lo permitido. No hay manual para interpretar las caricias envueltas en protocolo. Lo inesperado, cuando se posa en la piel, incendia hasta los rincones donde ya no pensabas buscar.
Tengo la certeza de que tú también lo sentiste… ¿Nos volvimos a mirar de frente esa noche? Entre luces, entre gente… ¿me mirabas al yo verte? ¿Me veías mientras sonreía entre ese tumulto de extraños tan cercanos?
Quizá te distrajiste, quizá recordaste algo, quizá sentiste que de pronto el mundo era mucho para un solo cuerpo. Entonces me miraste con una ternura casi involuntaria, como si tu gesto me hubiera tocado en un lugar antiguo. Sonreíste apenas. Una sonrisa distinta, más cercana al alma que a las apariencias.
Estábamos ahí, entre todos, como si nada. Solo dos personas más en la fotografía, en los pasillos, en la conversación de cortesía, actuando al abrirse el telón.
Podría haber sido una escena cualquiera, pero había algo más: estabas tú.
Por la noche, al desvestirme, todavía sentía la tibieza de tu cuerpo cercano al mío, como si hubiera quedado una estampa invisible justo ahí donde se encontraron nuestros hombros.
Nadie sabrá lo que pasó exactamente. Nadie podrá afirmarlo sin temor a equivocarse. Pero yo, que he amado sin reservas y caminado entre miradas que queman, sé que ahí hubo algo.
Silencioso. Profundo. Irrepetible.
Te escribo aquí lo que ahí sentí. ¿Sabes que escribo historias para ti?
Macu.Kitschmacu
“Lo inesperado, cuando se posa en la piel, incendia hasta los rincones donde ya no pensabas buscar.” 🔥
Esta historia forma parte de la serie: Las cosas que no le cuento a nadie.
Macu.Kitschmacu
Compartir esta historia:
Facebook | X | LinkedIn | WhatsApp | Telegram
Para compartir en Instagram, puedes copiar el enlace y pegarlo en tu bio o historia.