A ver, ven.
Seguro no estás haciendo nada.
Ayúdame y ve a echarle agua a la plancha, que tengo todo esto que planchar.
De veras que no piensan en uno, nomás enpuercan ropa como si una no tuviera otra cosa que hacer más que estar lavando y planchando.
Ve nomás…
Mal van a estar listas cuando otra vez hay que hacer lo mismo.
Ya ni la muelen, de veras.
Mira, échale agua a la plancha aquí, en este hoyito, pero agua de garrafón, porque con agua de la llave luego dicen que se echan a perder por el sarro.
Eso le pasó a una muchacha que trabaja conmigo: le echaba agua de la llave a su plancha y le duró bien poquito.
¿Ya?
Bueno.
Ahora ve y moja estos trapitos, y los exprimes bien.
¡Ve nomás cómo me los traes, estilando!
Vuelve a exprimirlos con ganas, que me van a mojar la ropa.
Con estos trapitos voy a marcar la raya de la manga de las camisas.
De veras, yo no sé cómo hay gente que va por la vida así, sin plancharse la ropa.
Exprime bien esos trapos, que yo no me puedo mojar porque estoy caliente por la plancha,
y luego salen reumas.
Los doctores dicen que no es cierto, pero por eso las señoras de antes duraban tanto: porque se cuidaban.
Ahora sí los dejaste bien.
Yo te hablo ya que necesite algo.
Vete a hacer lo que estabas haciendo.
Tráeme agua, ya me dio sed.

















