domingo, 12 de junio de 2016

Caminata Vespertina.


Desde hace algunos años y no por cuestiones de completo gusto, vanidad, estética o al menos un poco de salud, realizo caminatas vespertinas, el gigante legendario de pascal las exige siempre, a la misma hora, con la insistencia y perseverancia de quien está convencido de que por realeza, por derecho inalienable o simple y sencillamente porque quiere y puede, le corresponde gozar de esa hora por la tarde.

Tenemos al menos cuatro rutas por las cuales podemos ir,  y las cuales no seguimos con un orden establecido, sino más bien por el grado de alegría del buen can, que menea con cadencia y fino trote su andar por las banquetas. Se detiene justo al salir de casa, huele, husmea, camina, se detiene, regresa, huele, huele, huele, para después volver a caminar y tomar la ruta principal (sí, esa que es la primera opción de las cuatro que tenemos), se detiene, huele, ignora a quien lo llama o a quien de buena gana admira su tamaño, color o silueta, se vuelve a detener, caminamos y yo… pienso y repienso en el curso de obediencia canina del que se graduó este sabueso amante de los caminos vespertinos y las paradas continuas.  ¿Será que soy yo la que necesita repetir el curso para hacer más fluidos los andares?, me saca de estos pensamientos académicos al primer tirón de la correa, su fuerza, temperamento y vocación exploradora me recuerda que es su tarde y por tanto debemos seguir por el sendero que su olfato ha elegido, no más estudios o reglas, que él ya se graduó.

Doblamos a la izquierda, y nos encontramos con un buen tramo de árboles, algunas flores, caminos de pavimento, banqueta, autos, ruido de ciudad, cantos de pájaros que vuelven ya esa hora a sus nidos. Nos detenemos y mientras pascal olisquea un pedazo de tierra, recuerdo… hace algunos años… ¿Y si no te hubiera llamado?, ¿a ti también te dolió la distancia?, me gustaba verte, amaba tus visitas por la tarde, tu voz, las historias, esas que te contaba para que rieras, tu playera verde. Emprendemos el camino nuevamente, más árboles, mas ruidos de ciudad, la cadencia y el ritmo que ahora toma nuestra caminata, cruzamos una calle, en la reja de una casa abandonada y en una nueva pausa, vuelve a mí el recuerdo de la ansiedad de hace algunos años, esa que brotaba porque te vería pronto, porque todo se volvía extraño, las historias y tu voz eran distantes,  porque la risa se tornaba en furia y el presente se inundaba de pasado… andamos un poco más, andamos ahora sin detenernos, con un ritmo danzarín por el camino conocido y explorado, andamos porque es lo que salimos a hacer.

Hacemos un alto obligado para volver a casa, nos detenemos porque aún no es seguro cruzar:  gente, bicicletas, autos, motos, mi tenis, su correa, tu recuerdo.


Macu. Kitschmacu. 

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