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domingo, 25 de septiembre de 2016

Espero, que nada espere…


Tengo un silencio tan lleno de ti, que no hay ruido que me distraiga. Un silencio compacto, único y personal. Un silencio que intenta creo, volverse eterno. Aquí estás tú, con tu rostro desnudo, las historias que de a poco compartes, entre el sigilo están tus ojos, la mirada esa que busca en mis ojos las respuestas de las preguntas que no formulas jamás. Aire, misterio, palabras colapsadas tras tus labios y los míos, tiempo. No hables que se nos va el silencio.

Se nos va a los sueños, a nuestros rescoldos de inocencia. Se nos va a las manos, tan llenas de tormentas y secretos. Se va hasta la mar embravecida por este disimulo. Temblamos con reserva, temblamos como si no pasara nada, siente el viento... naufragamos.


Tengo un silencio tan lleno de ti, que resulta no ser eterno, espera imperioso tus sonidos. Tu nombre, tus pensamientos, tu mirada, tus misterios, esos desiertos tan tuyos, tus estrellas. Espera ya tu risa. Y espera, espero, que nada espere… que no espere. Tus sonidos. 

Macu. Kitschmacu. 

domingo, 17 de julio de 2016

Tú, tú te despiertas temprano


Te soñé hace unas noches, mientras la ciudad dormía tu alma y la mía acordaron encontrarse discretas y libres lejos de la cotidianidad, de lo ordinario y  de sus ruidos. En el sueño te esperaba y una enorme habitación nos albergaba, gocé de tu entrada en el balcón noctambulo, que daba a otro cielo más estrellado que ese cielo real bajo el cual descansaban nuestros cuerpos, mientras languidecíamos en medio de almohadas distantes, allá... allá tú y yo vivíamos, nos contemplábamos al fin, con los ojos, con las manos, entre alientos.  Vi aparecer tu figura… gasas, cristales  y maderas, nuestras almas se reconocían, eras tú, en cadencia, sonrisa y alegría.  Desde el balcón vimos estrellas luminosas, las calles con música y un tiempo viejo al que volvíamos, ese tiempo que tu esencia ama y que en ensoñación mostrabas. Abandonamos el balcón, cruzamos la habitación mientras el piso crujía al sentir nuestros pasos presurosos, un candelabro en lo alto refractaba la luz de las velas, olor a cera, descendimos las escaleras, sobre nuestras cabezas pendía el señorial flamero que nos despedía, en la calle había fiesta, jazz, conversaciones y entre tus manos las mías, desde la calle vi nuestro balcón, de piedra, madera y herrería, andamos de pies descalzos en medio de la multitud, fiesta, libertad y cercanía. Amanecería pronto, el alba es el ocaso de los que se sueñan, volvimos a la habitación, nos despedimos con mil abrazos, sin palabras, con los sentidos llenos, los labios plenos y las almas ya en añoranza. El alba nos encontró de espíritus entrelazados, la madrugada nos devolvió hasta nuestras camas, nos disfrazó en el cuerpo, nos arropó con sábanas y entre almohadas nuestros cabellos revueltos, tú allá, yo acá, distantes en el mundo que ya despuntaba.

No quería dejar de soñar… pero tú, tú te despiertas temprano.


Macu. Kitschmacu. 

jueves, 7 de julio de 2016

Antes


-          Me gusta tu voz. –dije en uno de esos soberanos momentos de verdad-
-          Ya me lo habían dicho antes, sí, que tengo buena voz. –se limitó a contestar-
-          Me gustan también tus ojos. –continué navegando suave en ese soberano momento de verdad-
-          Sí fíjate… siempre me dicen. –exclamó triunfante con la voz de su pasado-
-          Me gusta el huesito de tu cadera. –dije yo, no sabiendo ya porque-
-          Ah sí… ya me habían dicho. –murmuró entre dientes-
-          … -ah-
-          ¿No puedes decirme algo que no me hayan dicho antes?. –inquirió-

        Y la verdad fue que, por más que quise no pude.

        Macu. Kitschmacu. 

viernes, 1 de julio de 2016

El sillón rojo


De frente a una pared gris y desde un sillón rojo me han preguntado por ti, verás… no supe que hacer o que pensar, solo como una marejada se me desbordaron los sentimientos, sí, ahí desde ese sillón gris que estaba sobre una alfombra de palmeritas blancas… de frente al sillón rojo, me quedé muda, inundada, con la propia confusión que produce la claridad inaudita. Una sonrisa límpida me contemplaba.

Sí ahí, bajo una lámpara blanca, de luz cálida y sobre la alfombra de palmeritas pensé en ti, en quienes alguna vez llegaron, en quienes se fueron, tomé conciencia de los años, de su paso y de su peso, de las huellas y las grietas, pensé en el tiempo, sentí miedo. 

Volví al sillón gris ubicado entre una pared blanca y otra de claro cristal, la paradoja de la realidad, yo convulsa de frente al sillón rojo, tú allá, en tu mundo y en el mío, sin saber que acá en este espacio tu nombre se movía fugaz entre muros, el suelo, el techo, entre luces y colores.


Macu. Kitschmacu.  

sábado, 25 de junio de 2016

Tembló



-          ¿Qué fue eso? 
-          No sé.
-          ¿Tembló?
-          Creo…
-          ¿Sentiste?
-          Un poco, ¿y tú?
-          Un mucho.
-          ¿Sí?
-          No sé, tal vez lo imaginé.
-          Tal vez.
-          ¿Entonces?... ¿Qué fue?
-          Nada… no fue nada. 


martes, 21 de junio de 2016

¿Cuánto?, ¿Tanto?, ¿Cuándo?


La situación aquí, al parecer… es que te pienso a todas horas, atisbé hace unos días que recurres incesantemente a mi cabeza. ¿Cuánto? -¡Uf!-, ¿Tanto? -Así es-,  ¿Cuándo? -Hasta en los sueños-, ven, ven acá para que leas esto, lee y lee cuantas veces quieras lo mucho que te pienso.

Macu. Kitschmacu

domingo, 19 de junio de 2016

Tender... tender is the night.


Tender… tender is the night, my night is full tender because you are here by my side. Here I am, with your perfume, the tenderness of your skin, the soft of your lips, I can feel the bridge of your neck, your sweet smell, your presence… Now, we share this place, the warm and the safe of your bridge, your hair full of secrets, full of truth that you share to me. Tender is your touch, the skin of your shoulders, your neck, your back, I kiss your eyes, I whisper words, I whisper sentences, I ask you things, you answer me with that voice, with your truth and your voice, I love your bridge. I close my eyes. 

I put my hands at your shoulders, we have a world now, a world of flesh and blood, a world with perfume, a world that has the code of our hands. Show me the world without explanations, without resolutions, I do not care if you think that I am young. I am this willingness, tender… tender is your breath, tender is my heart, tender are our full hands, tender is the warm of our bodies, your shoulders, my hip,  your name, tender is this time, tender is all around.


Macu. Kitschmacu.  

jueves, 16 de junio de 2016

Clara, clarísima


Macu: Oye Sofi, ¿Tú le bajarías el date a alguien?

Sofi: No, definitivamente no.

Macu: ¿Y eso?, ¿Por qué tan segura?

Sofi: Porque creo en el karma.

Y fue así como me di cuenta que a los quince años de edad, hay personas que tienen clara, clarísima su vida.


Macu. Kitschmacu. 

domingo, 12 de junio de 2016

Caminata Vespertina.


Desde hace algunos años y no por cuestiones de completo gusto, vanidad, estética o al menos un poco de salud, realizo caminatas vespertinas, el gigante legendario de pascal las exige siempre, a la misma hora, con la insistencia y perseverancia de quien está convencido de que por realeza, por derecho inalienable o simple y sencillamente porque quiere y puede, le corresponde gozar de esa hora por la tarde.

Tenemos al menos cuatro rutas por las cuales podemos ir,  y las cuales no seguimos con un orden establecido, sino más bien por el grado de alegría del buen can, que menea con cadencia y fino trote su andar por las banquetas. Se detiene justo al salir de casa, huele, husmea, camina, se detiene, regresa, huele, huele, huele, para después volver a caminar y tomar la ruta principal (sí, esa que es la primera opción de las cuatro que tenemos), se detiene, huele, ignora a quien lo llama o a quien de buena gana admira su tamaño, color o silueta, se vuelve a detener, caminamos y yo… pienso y repienso en el curso de obediencia canina del que se graduó este sabueso amante de los caminos vespertinos y las paradas continuas.  ¿Será que soy yo la que necesita repetir el curso para hacer más fluidos los andares?, me saca de estos pensamientos académicos al primer tirón de la correa, su fuerza, temperamento y vocación exploradora me recuerda que es su tarde y por tanto debemos seguir por el sendero que su olfato ha elegido, no más estudios o reglas, que él ya se graduó.

Doblamos a la izquierda, y nos encontramos con un buen tramo de árboles, algunas flores, caminos de pavimento, banqueta, autos, ruido de ciudad, cantos de pájaros que vuelven ya esa hora a sus nidos. Nos detenemos y mientras pascal olisquea un pedazo de tierra, recuerdo… hace algunos años… ¿Y si no te hubiera llamado?, ¿a ti también te dolió la distancia?, me gustaba verte, amaba tus visitas por la tarde, tu voz, las historias, esas que te contaba para que rieras, tu playera verde. Emprendemos el camino nuevamente, más árboles, mas ruidos de ciudad, la cadencia y el ritmo que ahora toma nuestra caminata, cruzamos una calle, en la reja de una casa abandonada y en una nueva pausa, vuelve a mí el recuerdo de la ansiedad de hace algunos años, esa que brotaba porque te vería pronto, porque todo se volvía extraño, las historias y tu voz eran distantes,  porque la risa se tornaba en furia y el presente se inundaba de pasado… andamos un poco más, andamos ahora sin detenernos, con un ritmo danzarín por el camino conocido y explorado, andamos porque es lo que salimos a hacer.

Hacemos un alto obligado para volver a casa, nos detenemos porque aún no es seguro cruzar:  gente, bicicletas, autos, motos, mi tenis, su correa, tu recuerdo.


Macu. Kitschmacu. 

lunes, 30 de mayo de 2016

De como aprender a andar en bicicleta


Eso de andar en bicicleta me resulta bastante terapéutico, no es que sea yo la más sagaz para esto de la pedaleada, (nada más alejado de la realidad).  Mi primera bicicleta fue una de color amarillo con toques rojos, flamantes llantitas laterales para conservar el equilibrio y sin la memoria no me falla, para frenar había que hacerlo a contrapedal, a los cinco años intentar andar en bicicleta era de las cosas más arriesgadas a las que había aspirado en la vida, no recuerdo cómo fue que dejé de usar las llantitas de soporte, pero ciertamente llegó el día en que pude pasear por la calle sin necesidad de usarlas más. Aunque fue, que esa independencia no me aseguró una mayor hermandad con el equilibrio, de hecho pasaba más tiempo  tirada en la calle levantándome por las vueltas mal calculadas, las piedras no esquivadas y los autos estacionados que justamente y como por cosa como de imán, gravitación o por alguna otra teoría física-cuántica que genera la inevitable atracción entre los aprendices de bicicleta y esas máquinas de metal, terminaba yo como fina estampa entre, sobre o contra la carrocería de esos armatostes.

La segunda bicicleta de mi vida, no fue totalmente mía (la compartía con mi hermano), era de un color naranja brillante, asiento negro, frenos que se podían accionar desde los puños y bueno, ostentaba también cierto aire de bicicleta de montaña juvenil con la que ya uno, en edad, podía convivir y participar en las carreritas vespertinas organizadas por mis entonces jóvenes vecinos (carreritas que obviamente nunca gané). En esta época de mocedades, los armatostes estacionados, las piedras, vueltas mal calculadas y por supuesto el siempre fiel pavimento seguían abrazándome y estando ahí listos para acogerme. En verdad las vueltas no eran lo mío. Esa bicicleta naranja, terminó en la casa, taller u oficio de algún desconocido, que decidió así, sin más miramiento entrar a la cochera de nuestra entonces casa familiar y hacerse de ella con fino sigilo.

Pasaron cerca de 15 años cuando decidí que sería buena idea volver a las rodadas, mi equilibrio seguía intacto, las vueltas mágicamente me salían mejor y obviamente en este tiempo transcurrido, las fuerzas gravitatorias, el eje de la tierra, las mareas y todas esas cosas se alinearon a mi favor y alejaron a los vehículos estacionados del perímetro de mi andar. No conforme y bueno, creo que para resarcir la ausencia de velocípedos en mi existir por tantos años, me hice de dos de estos artefactos, ninguno de los dos pertenece a algún linaje real de bicicletas, ni ostentan modernidad, ligereza o ergonomía, una de ellas rechina al frenar, mientras que la otra al pasar por empedrados suena, resuena y hace gala de sinfonías singulares al vibrar su hojalatería por causa de los sinuosos tramos embaldosados. Esta bicicleta sonora de diseño de los ochentas vino a resarcir el anhelo infantil de tener una bici Vagabundo, como la que tenía Rodrigo mi vecino cuando éramos chicos, 30 años después yo también tuve la mía (¡sí!, ¡sí!, ¡sí! y mil veces sí), y bueno… eso de andar en bicicleta aún me resulta bastante terapéutico, libertad, aire fresco, esfuerzo y por supuesto el siempre cálido abrazo del fiel pavimento, que después de tantos años conserva su amor incondicional, y me recibe hoy como entonces con entusiasmo y regocijo.


Macu. Kitschmacu. 

jueves, 26 de mayo de 2016

Así... de repente



Ella decidió, así… de repente (como sucede casi todo en esta vida) que era tiempo de hacer un viaje rápido y corto, preparó su maleta, un equipaje ligero, solo una mochila al hombro, sus tenis casi nuevos y un boleto de bus. A ella, la distancia le parecía reconfortante, era por mucho la visión más perfecta de la vida que anhelaba. Un paisaje nuevo, los kilómetros acumulándose, los extraños rostros a su alrededor, tan mudos y lejanos… con sus propias madejas de vida. Mientras el bus avanzaba ella se encontraba,  su peso no tan pesado como creía, reposaba contra el asiento, sus ojos sin el velo cotidiano veían por el puro placer de contemplar la fracción de tiempo y mundo que había elegido solo para ella, sus labios por fin sin palabras, sus oídos plenos de silencio, ella y su cabello libre y fresco tomaban un momento.  Así de repente… un encuentro rápido y corto.  

Macu. Kitschmacu

martes, 24 de mayo de 2016

La anatomía de las cosas ajenas


La anatomía de las cosas ajenas, sí… al parecer vamos por la vida apropiándonos y creyéndonos los sueños ajenos, elegimos y aceptamos que esas cosas extrañas son inherentes a nuestra vida: un amor, un trabajo, un proyecto, las cosas ajenas y cotidianas que nos revisten la existencia, tan lejanas pero al mismo tiempo tan personales que  nos acurrucamos con ellas en la cama, esas ansiedades forasteras  nos regalan noches de insomnio y duda... aun así las abrazamos, ¿elegimos las cosas ajenas porque las vemos cercanas, casi tan intimas como la respiración?, anatomías extranjeras enormes como montañas, por las que andamos y creemos dominar el terreno, conquistas ajenas, anatomías que reconocemos a la perfección, cambian a voluntad de su creador. 

Así es la vida. 

Macu. Kitschmacu

viernes, 20 de mayo de 2016

Será...verás


Verás que te veo, temprano por la mañana, veo tu nombre… corto, concreto y elegante (que buen gusto el de tu madre), verás que te veo, a la distancia y con discreción. He leído tus palabras, escuché tu voz una fracción. Verás que te veo solamente, será que hablamos pronto…luego…algún día, en alguna ciudad, en la esquina de esta cuadra, a muy corta distancia en mi balcón, escucharás mi voz y la tuya ya no será más una pequeña porción. Será…verás. 

Macu. Kitschmacu

Pd. Bueno algo pasa que me da por escribir las pequeñas historias que pasan por mi cabeza en estos días. 

jueves, 19 de mayo de 2016

Del libro que no fue


De cómo posponer la narrativa o bien la desolación de no encontrar un libro. Ese mal de amores se ha apoderado de mí por esta tarde, me ha colmado la vida de ausencia, de ausencia de prosa, de historias, me deja sin su peso entre las manos. Me inunda la falta de las palabras que no fueron, de las líneas que se quedan sin surcar, de los mundos indómitos que por hoy no habré de descubrir, esa vida… esos mundos…  que se alejaron de mi horizonte. Fue… fue que no fueron, fue que serán.

Pd. No lo perdí, simplemente fui a la librería a buscar un título y no lo tienen (ni lo tendrán al parecer). 


Macu. Kitschmacu