martes, 8 de julio de 2025

Era improbable, pero no imposible

⏱️ Tiempo de lectura: 3-4 minutos

Pensé en ti justo cuando el Uber subió por la rampa de la Terminal 2 del aeropuerto. La ciudad se sentía lejos ya.

—Puerta 3 está perfecta —le dije al chofer. No quería hablar mucho, pero tampoco callarme del todo.

El descenso fue rápido. No llevaba más que lo necesario. Viajar ligera también es una forma de ir por el mundo.

Me acordé de una cafetería nueva, una que he visto cada vez que viajo últimamente. Tomé los mismos pasos de siempre, o casi. Los aeropuertos tienen esa costumbre de parecerse a uno mismo. Ahí estaba la gente: todos los que van, los que llegan, los que esperan. Rostros desconocidos, pero no del todo. Siempre distintos, siempre raramente conocidos. Siempre en fuga.

Era poco más de mediodía. Pensé en comer en un lugar distinto. Antes, me quise asomar al pasillo de la derecha, al del fondo. Ese que parece no llevar a ningún lado, pero que siempre me da algo. Luz, sombra, ángulos. Nunca sé si fue hecho para eso, pero a mí me da ganas de mirar. De detenerme. De hacerle una foto al tiempo.

Esta vez no hubo foto. Allá al fondo, el pasillo tenía vida propia, trabajadores en lo suyo, voces bajas, personas uniformadas. Di media vuelta y volví sobre mis pasos. Pasillo desierto, por fin. La fila para revisión no se veía larga. Pensé en la comida.

Y entonces.

Estabas tú.

Frente a mí.

Yo, frente a ti.

Eran las dos de la tarde.

Eras tú.

Caminabas como si nada, como si siempre. Conversabas con alguien. Llevabas tu maleta y tus cosas cerca. Eso que uno no suelta cuando quiere sentirse a salvo.

Te vi.

Y me disolví un poco.

No sé si me viste.

Pero el pasillo estaba vacío.

¿A quién más ibas a ver?

Te vi como se ve a alguien que ya se conoce: sin sorpresa, pero con temblor. Con esa especie de ternura que da recordar lo que no se toca.

Lo que fue.

Lo que ya no es.

Eras tú.

Como siempre, como nunca.

Las alineaciones no sólo le pasan a los planetas. También a dos personas que ya no se buscan. Pero que se encuentran.

¿Será que el sol, cuando se eclipsa, sabe que alguien lo está mirando?

¿Será que por eso quema más?

Hay presencias que pesan más que cualquier maleta.

Y encuentros tan breves

que desordenan la órbita entera.

Macu.Kitscchmacu

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