Pd3. É a te che devo il mio B2 al PLIDA.
¿De qué se trata Coppel?...
De que ame tu comunicación eternamente, al parecer.
Iré por puntos (que son dos):
1. Educación como revolución
Soy una convencida de que la educación es el camino correcto hacia sociedades más justas y transformadoras, hacia empresas más competitivas e innovadoras, hacia ciudadanos más participativos e íntegros.
La educación expande nuestra conciencia, nos muestra nuestras habilidades y particularidades, nos reta, nos apasiona, nos vuelve menos manipulables. Nos empuja fuera de la ignorancia y el conformismo. La educación es trascendencia. Es una herramienta poderosa.
“Para aprovechar las oportunidades que el mundo nos ofrece, es necesario hacer que los mexicanos tengan educación básica de calidad. No es suficiente firmar tratados comerciales y atraer inversión, es importante educar a la población. La educación nos traerá más tratados y más inversiones, pues todo mundo desea asociarse con alguien que está educado”.
– Rafael Rangel Sostmann
Claro, real y contundente.
La educación es revolución.
2. Coppel y el aula que me devolvió a 1987
Esta iniciativa de Coppel me recordó algo muy especial.
Era 1987. Cursaba primero de primaria en la escuela pública 22 de diciembre, justo en la esquina de mi calle del antiguo barrio (disculparán tanta posesión, pero a los seis años uno cree que todo es propio).
Mi escuela fue, gracias a un donativo, la primera del país en contar con un aula COEBA. Era el sueño monumental: tecnología y educación conjugadas. Asistíamos una vez por semana. Una computadora proyectaba en pantalla —majestuosamente operada por el profe Octavio— lecciones sobre el sistema solar, la fotosíntesis, historia de México. Y sí, sí veíamos moverse los planetas.
¿Qué hiciste, Coppel?
Acabas de hacer que mi niña de seis años volviera a sentir la emoción de entrar a una aula llena de cosas nuevas. Como esos alumnos del video, así estuve yo: uniforme de falda azul marino, blusita blanca, moño de bolitas prendido al pecho, esperando a que abrieran la puerta. Con ganas de aprender, de descubrir, de soñar.
Porque a los seis años uno tiene mucho por explorar.
Y así como hoy los veo, me emociona decir: yo también me vi.
Es inspirador y refrescante ver a empresas que se vuelven protagonistas de historias que tocan vidas y potencian capacidades.
Educar vale la pena. Siempre.
Macu. Kitschmacu.
Pd. Anexo foto de la petite moi, a la tierna edad de 6 años, justo en mi primer día de primaria.
Pd2. Por cierto, de niña quería ser maestra.