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viernes, 29 de agosto de 2025

🌙 Es de noche cuando las palabras deciden salir a jugar

 


⏱ Tiempo de lectura: 5 minutos

Es de noche cuando las palabras deciden salir a jugar y me invitan a su juego. No importa si la ciudad baja el volumen, yo lo subo. La noche me presta un silencio que no es silencio: cruje, respira, hace ruidos pequeños que se vuelven aliados. Me presta las palabras que acumula en el día, de noche me las obsequia para que pueda, yo con ellas, narrar de noche lo que sucedió con el sol.

El café, el café frío es otra trampa. Nunca termino la taza. Siempre queda un sorbo que me mira desde el fondo, como si supiera que no quiero dejarlo ir. Quizá ese resto sea el verdadero café, el que sobrevive después de todo, el que se ríe de mí por no atreverme a acabarlo. Al probarlo, de sorbo en sorbo su frescura es diferente a su temperamento primero.

Antes de escribir acomodo objetos sobre mi escritorio con una seriedad ridícula, como si fueran soldados en formación. Una pluma al centro, cuadernos a la izquierda, alguna piedra absurda que recogí en la calle a la derecha. Y justo cuando todo está listo, aparecen mis gatas. Entran como cronopios a desordenarlo todo, convencidas de que el caos también es una forma de inspiración.

Me gustan los aeropuertos. Me gusta pensar que son ciudades intermedias, lugares que no son de nadie. Los relojes nunca coinciden, las voces se confunden en altavoces torpes, y siempre hay alguien que llega, alguien que se va, alguien que no vuelve. A veces creo que uno podría vivir para siempre en un aeropuerto y no darse cuenta.

Ahora bien, están las cartas que nunca mando. Cajones llenos de cuadernos, de palabras que prefirieron quedarse quietas. Borradores que respiran bajo el papel. Cartas que no son para nadie, pero me acompañan como si me hubieran contestado.

Al final pienso que los objetos, las gatas, los aeropuertos y las cartas me coleccionan a mí más de lo que yo los guardo a ellos. Tal vez escribo para ser presencia en sus memorias silenciosas.

✨ Porque a veces no somos nosotros quienes escribimos a los objetos,

son ellos quienes nos escriben en silencio.

Gracias por pasar al blog 💫

Para que sigas explorando te recomiendo: La voz que ya no quiere contenerse

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— Macu.Kitschmacu

domingo, 20 de abril de 2025

Consumir el momento mientras esperas abordar. El espejismo del estat en la terminal 2


Consumir el momento mientras esperas abordar – Kitschmacu

⏱️ Tiempo de lectura: ≈2.5 minutos

Aeropuertos: esos no-lugares donde la realidad se suspende, y el café cuesta el doble. Donde el sueño de volar se mezcla con el de simular. Porque sí, en ningún otro lugar como aquí, el consumo se vuelve espectáculo, y el clasy look es obligatorio, aunque sea para hacer fila para abordar.

Aeropuertos: donde todo cuesta más… y todos lo pagan

Hay algo mágico (y muy sospechoso) en los aeropuertos. La lógica se suspende, el tiempo se diluye y un agua embotellada de $65 pesos parece razonable. ¿Por qué lo aceptamos?

Tal vez, el aeropuerto no es solo una sala de espera, puertas de abordaje y equipaje de mano. Es un escenario.

El simple hecho de comprar un agua embotellada en sala de espera ya te pone en otra categoría.

Starbucks, Hugo Boss, Carolina Herrera… se vuelven parte del paisaje aspiracional.

Todo está diseñado para que “pagar de más” no solo sea común, sino deseable. Why not?

Porque nada dice “tengo con qué” como pedir un croissant de $180 pesos en una cadena francesa sin acento real.

El uniforme del viajero con estatus

  • Tote bag de alguna fundación cultural, museo o capital europea
  • AirPods (no los básicos, los Pro). En este perfil tenemos los básicos ajajajaj.
  • Camiseta blanca y blazer neutro
  • Revista de NYT, Vogue o libro indie a la vista

Y si esperas en una sala VIP, aunque sea con invitación de Banorte… más vale subir una story con el cappuccino espumado.

Las marcas que se escogen “para ser vistas”

  • Perfume en duty free = ritual de clase
  • El café de marca no se bebe, se fotografía
  • La bolsa con logo va en la silla de al lado, no al piso

En el aeropuerto no se viaja. Se performa el viaje. La clase se actúa. La elegancia se finge. El boarding pass, ese sí, es real.

Pero… ¿y si es puro simulacro?

  • ¿Y si muchas de esas personas ni vuelan tanto?
  • ¿Y si la elegancia es de Liverpool, la laptop es prestada, el look es Shein?
  • Quizá las gafas de sol son imitación.

Pero el aeropuerto, como el feed de Instagram, permite fingir por un ratito.

Porque nadie te pide pruebas de tu status, solo que lo escenifiques bien.

🛬 También podrías leer:
Il dolce far niente
Una invitación a no hacer nada… ni siquiera simular. El lujo radical de solo estar.

Macu.Kitschmacu


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