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Despegamos a tiempo, tal cual lo marcaba el itinerario de vuelo. Puse una meditación guiada —de verdad amo esa meditación—:
“Vamos a comenzar.
Inhala profundamente por tu nariz… Inhala.
Exhaaaaala por tu boca…”
Y pum, en menos de 15 segundos ya estaba desconectada de todo a mi alrededor y conectadísima con un sueño bonito y profundo. Me dormí agusto.
Cuando abrí los ojos, estábamos a media hora de aterrizar. Fue como si alguien hubiera recortado el viaje con tijeras invisibles. Gran audio en verdad, gran audio. Creo que la voz es de una muchacha que se llama Erika Martínez (Erika, eres maravillosa).
Claramente el propósito de la meditación es otro… aunque si le agregamos que se acompaña de un sueño bonito, ufff.
Dormir en un vuelo se siente como un lujo de alto nivel. Verán ustedes: no porque el asiento sea cómodo (que por cierto, no lo era… bien raro, ajajajaj), sino porque hay algo glorioso en saltarte el tiempo de espera, en pestañear y estar en otro lugar. Así, como por arte de magia.
(Sí, me salté el carrito de bebidas. ¿Me dolió? Tal vez. ¿Lo superé cuando tuve frente a mí unos hermosos taquitos al pastor? Absolutamente).
Martes entre nubes y en otro lugar. Buen twist para esta semana.
Un abrazo,
🌀 Macu.Kitschmacu
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