
Cuando las ideas se esconden: cómo escribir incluso en el vacío creativo
🕒 1 min de lectura · Hoy
Tal vez están en la otra habitación, escuchando a escondidas si escribo o no escribo, y burlándose de mi lapicera, que hoy parece más un termómetro que una pluma. O están bajo la cama, con un calcetín perdido, esperando que me agache a buscarlas.
Me pregunto si llegan como un relámpago que prende todo de golpe o si se deslizan como gatos que no quieren molestar. ¿O será que su verdadera gracia es no estar? La ausencia, a veces, se comporta como un espejo que no devuelve la imagen. Y yo me quedo mirándolo, esperando que el vidrio diga algo.
El momento tiene muchos momentos. Algunos redondos, otros alargados, otros que se doblan y vuelven a empezar. Me quedo pegada al que está vacío, como si fuera el único. Hasta que de pronto me descubro con un párrafo entero, ahí, de pie, mirándome con cara de “¿ves que sí estabas escribiendo?”.
Me acuerdo de una maestra que decía que un párrafo debía tener siete renglones, ni uno más ni uno menos, como si fuera una receta de cocina para que saliera bien. Pero los párrafos, igual que las ideas, tienen caprichos: a veces se quedan cortos como un bostezo; otras, se estiran como una siesta de domingo. Y en ese estirarse y encogerse, se parecen mucho a nosotros.
Que creemos que no hay nada cuando hay todo.
Que creemos que las ideas se esconden, cuando en realidad resbalan por los dedos: una, tras otra, otra.
Otra cosa es que las ideas sean como ellas quieren y no como nosotros queremos, y por eso creemos que no hay nada… por eso creemos que el espejo no devuelve imagen, cuando en realidad está devolviendo algo que no alcanzamos a reconocer.
-- No es que falten ideas, es que aún no las reconoces. --
— Macu.Kitschmacu
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