lunes, 27 de agosto de 2018

La obsolescencia infinita


Dice Lipovetsky que el consumidor no consume solo cosas y símbolos: consume lo que todavía no tiene concreción material.

Y aquí, queridos todos… entramos en una vorágine en la que seguramente nos hemos sentido consientes y llenos de cuestiones más de una vez. Vivimos en la economía de la rapidez. La obsolescencia ya no es exclusiva de los productos tecnológicos, o aquella situación de mejora en la que las marcas, cada dos o tres años implementaban cambios funcionales en sus productos y a nosotros como consumidores esto, nos venía bien.   

La obsolescencia pasó a ser una estrategia de competencia, de reacción, es ponerle un poco el freno a la producción en masa y asegurar la salida del producto al mercado antes que los oponentes para ganar el tirón de la demanda, de ser el primero para ser el “original” y que los competidores se desgarren entre ellos por salir “tarde y podrido” al mercado.

Este estimulo de oferta y demanda se respalda, sostiene y fortalece en consumos más emocionales y frágiles (la seducción de la novedad, del demostrar, la notoriedad), no importa que mi producto no esté listo, te bombardeo con anuncios por anticipado, mermo el mercado, reduzco el tiempo, creo el deseo.

Se busca fomentar la venta desde el lanzamiento y al mismo tiempo la novedad nace con caducidad, de vida agónica y corta pues su remplazo está en puerta. El tiempo de comercialización es corto… ¡coloca!, ¡coloca!, ¡que rote el inventario! Pues las furias consumidoras quieren la próxima novedad.

Mil gracias por pasar al blog.

Macu. Kitschmacu.

2 comentarios:

  1. La respuesta a este consumo infinito en un mundo finito, economía circular. No mas productos con obsolescencia planeada. Estrategias de economía circular

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